domingo, marzo 17, 2019

Voto en blanco


El otro día, hablando con una persona amiga sobre política, sociedad y otros temas, me reveló que siempre vota en blanco, y me explicó sus razones. Me parecieron muy serias y coherentes, tanto que las comparto con vosotros. Podemos no estar de acuerdo en todo, pero son puntos interesantes.

Voto porque creo en la democracia y quiero ejercer mi derecho. Voto porque creo en la responsabilidad de los ciudadanos. Voto porque quiero creer en la política como servicio. Voto porque me siento responsable ante mis convecinos y la sociedad en la que vivo.

Pero voto en blanco.

Voto en blanco porque ningún partido que conozco responde a mis valores, intereses y expectativas.

Voto en blanco porque los partidos han convertido el servicio al país en servicio a sus propios intereses y bolsillos.

Voto en blanco porque la política partidista está partiendo la sociedad, generando odio y división, mientras que los ciudadanos todavía queremos creer en la diversidad y en la tolerancia.

Voto en blanco porque aún no he oído a ningún candidato que se limite a defender su programa, en vez de atacar a su adversario y convertir este ataque en parte de su campaña.

Voto en blanco porque los partidos se han convertido en un sistema feudal que, lejos de servir a la ciudadanía, se está enriqueciendo con el esfuerzo y el dinero que aportamos todos.

Voto en blanco porque aún no sé de ningún partido que priorice a la persona por encima del interés del grupo —su grupo— y su permanencia en el poder.

Voto en blanco porque los partidos son dogmáticos con sus ideas y dan la espalda a la realidad.

Voto en blanco porque los partidos defienden ideologías teóricas y sesgadas, pero no atienden a los problemas reales de los ciudadanos.

Voto en blanco porque quiero votar, ¡creo en la democracia!, pero no veo a ningún partido con la nobleza suficiente, la transparencia y la falta de corrupción necesarias para poder gobernar un país o una ciudad.

Votaré a un partido cuando…

Sus candidatos defiendan sus programas y no utilicen el ataque del adversario como bandera de su campaña.

Sus candidatos demuestren experiencia trabajando, gestionando empresas, ocupando cargos de responsabilidad o viviendo de su propio trabajo, y no de la política.

Sus candidatos piensen en el bien de toda la sociedad, y no sólo de sus partidarios, “clientes” o afiliados.

Sus candidatos no confundan la lealtad al estado con la adhesión a su partido.

Su programa defienda a la persona por delante de las ideas.

Su programa priorice a las personas más vulnerables: niños, ancianos, enfermos, mujeres solas, personas con discapacidad, personas maltratadas, pobres, inmigrantes, sin techo y sin papeles, y también los no nacidos; y lo haga no con demagogia, sino con medidas eficientes.

Proponga y aplique medidas que fomenten la libertad y el emprendimiento: un partido que esté con los autónomos, de verdad y no sólo de palabra, y con los artistas, inventores y creativos.

Haga una propuesta de fiscalidad justa y no asfixiante con la ciudadanía.

No utilice las leyes para imponer su cosmovisión e ideología —pensamiento único—.
Respete profundamente todas las opciones filosóficas, religiosas, educativas y morales, sin excepción y sin censurar a los que no piensan como ellos.

Respete la libertad de conciencia y la privacidad de toda persona.

domingo, marzo 03, 2019

El voluntariado, una opción enriquecedora



Dedicado al equipo de voluntarios de Cáritas y del comedor social de la parroquia de San Félix.

Abrir nuestras metas personales


Vivimos en una sociedad que prioriza la autorrealización, el materialismo y la rentabilidad; una sociedad que pone en el centro de la vida la productividad, el mercantilismo y el tener, la ambición por acumular dinero, prestigio, títulos, reconocimiento… Según esta concepción del ser humano, si no tienes algo no eres nadie. Si no haces algo importante o notorio, no existes. Lo esencial, que es el ser, empieza a enfermar cuando todo gira en torno al yo mismo. El vacío de valor está delatando una ruptura interna del ser humano y un profundo desequilibrio social. Cuando dejamos a un lado los valores esenciales, como el respeto a la dignidad humana, la generosidad, la solidaridad, el compromiso hacia los más débiles, la gratitud, la amistad… estamos rompiendo algo fundamental para el crecimiento de la persona.

No estamos en este mundo sólo para plantearnos nuestro bienestar personal y material, es decir, el tener y el trabajar. Rendimos un excesivo culto a los bienes materiales y todos los objetivos que nos proponemos, finalmente, se encaminan a tener más, en detrimento del ser.

Y así se dan enormes desequilibrios sociales, culturales, emocionales y psicológicos. Cuando los retos se limitan a la mejora de uno mismo, nos empequeñecemos como personas. Pero cuando en nuestras metas están los demás, su bien, construir lazos; es decir, cuando sociabilizamos nuestras metas para aportar algo nuevo a la sociedad, es cuando verdaderamente crecemos, humana y espiritualmente.

El yo se despliega más allá de sí mismo y descubre nuevos horizontes que le ensancharán el corazón y aumentarán sus capacidades frente a las crisis y la confusión ideológica y moral que le rodea.

El voluntariado, respuesta eficaz


Los políticos cobran, y es la ciudadanía quien les paga. Y, sin embargo, no sólo no reducen los problemas, sino que a veces los aumentan. La ambigüedad de los partidos y sus discusiones interminables se suman a los discursos demagógicos y falsos. Supuestamente, ellos se ocupan de atender los problemas de los ciudadanos y creen que promulgando nuevas leyes, que teóricamente favorecen a las personas vulnerables, ya están dando una respuesta eficaz. Muchas veces están maquillando el problema para parecer que hacen algo.

Es necesario que surjan grupos intermedios que se sitúen entre la familia y las instituciones para responder a los grandes desafíos de la sociedad. El voluntariado es una respuesta a los problemas más acuciantes que nos afectan. Los gobiernos y administraciones tendrían que ayudar a canalizar y potenciar las iniciativas de los diversos grupos que dedican su tiempo, recursos y experiencia a favor de los demás.

El valor, la fuerza, la creatividad y el compromiso de miles de personas no se pueden ignorar. Los gobiernos tendrían que apoyarse en ellas para que, juntos, estado y ciudadanía, podamos trabajar en la búsqueda de soluciones eficaces y realistas. No se puede despreciar el enorme contingente del voluntariado, que sin pedir nada a cambio, decide sacar tiempo y recursos para paliar los sufrimientos de todas aquellas personas que sufren pobreza, marginación y soledad.

Yo os invito, desde mi blog, a todos aquellos que me seguís y a vuestros amigos, que devolváis a la sociedad una parte de aquello que habéis recibido, en forma de tiempo, y os unáis a este gran ejército de gente buena que ha decidido dar algo a cambio de nada. Especialmente a los jubilados y a los estudiantes. Descubriréis que en la vida no todo es rendimiento monetario, ni prestigio.

Lo que descubres en el voluntariado


Hacer algo desde el anonimato, en favor de alguien que socialmente no tiene nombre, alguien invisible, tiene un valor impresionante. A una edad madura hemos de aprender a saltar del tener al dar; del conseguir al ser. Cuando uno lo hace, empieza a descubrir la grandeza escondida que hay en su interior.

Aprendamos a descubrir que hay algo más que mi trabajo, mi grupo, mi familia, mis preocupaciones… Que hay colectivos desdibujados que necesitan presencia, calidez y apoyo para recuperar su identidad. Sólo cuando seamos capaces de hacer esto sentiremos que algo estamos haciendo bien.

Hay que enseñar al mundo que cada ser humano tiene un enorme potencial inscrito en su ADN, y que este puede convertirse en un torrente de solidaridad que cambie el mundo. Los otros, especialmente las personas desfavorecidas, están pidiendo a gritos nuestra ayuda.

Este tipo de experiencia es extraordinaria e insustituible. He vivido situaciones y he visto testimonios que han añadido un plus a mi vida. Con el voluntariado aprendes a afinar tus apreciaciones sobre la realidad. Y, sobre todo, aprendes a ser más persona y a descubrir el misterio que hay en el corazón del hombre.

Aprende a dar sin recibir nada a cambio. Es verdad que ellos no pueden devolverte nada, porque no lo tienen. Pero te están dando la oportunidad de crecer ante el dolor. Te están ofreciendo un corazón roto que se deposita en tus manos. Te están enseñando la fragilidad del ser humano y el valor de la generosidad. El otro te da la oportunidad de descubrirte a ti mismo, pero también de ensanchar más tu vida, de enriquecer tu interior. 

Vale la pena dedicar un tiempo de tu vida a los demás, dando lo mejor de lo que eres y tienes. Este es el gran reto de los voluntarios.