domingo, noviembre 15, 2020

La mentira disfrazada

Los conceptos de verdad y mentira pertenecen a un discurso de valores éticos. Pero hoy, esta loable misión de la comunicación se está convirtiendo en información totalmente sesgada por la línea editorial del periódico o televisión. El periodismo de hoy ha llegado a su nivel más bajo en cuanto a la objetividad de los hechos. Es como si ya no importara la realidad, sólo la opinión subjetiva. Carente del menor grado de profesionalidad, llega a veces a negar la realidad, creando otra virtual en función de su ideología.

La degradación del periodismo

Estamos asistiendo a una decadencia de los medios de comunicación como transmisores de la verdad. Ya no importa la tendencia; todos se han vendido al poder. Se dice que los medios son el cuarto poder; pues bien, este ha sido usurpado por el poder político y económico en forma de subvenciones. Los medios han renunciado a su código deontológico y a la defensa de la verdad. Ya no sólo omiten la veracidad de los hechos, sino que, además, los manipulan para sacar rédito social. El periodismo riguroso y profesional se ha vendido por dinero, dejando de ser un contrapoder político. De las manipulaciones se ha pasado a las noticias falsas o sesgadas. Convertidos en mercenarios, muchos periodistas están matando la esencia de su profesión, que debe girar en torno al eje de la verdad.

Hoy, las grandes luchas no sólo se dan en la arena política, sino en el circo mediático. Sin piedad, saltando por encima de la verdad, se trata de destruir al adversario, atacándole incluso en cuestiones personales. El que piensa diferente es un enemigo a destruir. La élite mediática, prensa, radio o televisión, acaba siendo una herramienta del poder, a cambio de prebendas, prestigio y dinero. Si la calidad democrática se degrada en el ámbito político, también se está deteriorando en el mediático y en el judicial. Nos encontramos ante un grave problema, porque se ha renunciado a la verdad, motor y fundamento de la profesión periodística.

La renuncia a la verdad

Y cuando se renuncia a este valor, el periodismo se convierte en propaganda, una catarata de basura que ensucia y permea la opinión pública. La renuncia a la verdad implica manipulación, falsedad, desvirtuación de valores y guerra ideológica, en un intento por debilitar moralmente a la persona, impidiéndole analizar y razonar e inactivando su capacidad de crítica para poner en tela de juicio esos instintos escondidos que se derivan del poder.

Unos medios de comunicación independientes son la garantía de unos derechos inalienables de la persona; de aquí la importancia de que el ciudadano tampoco renuncie a su libre opinión y no se lo “trague todo”.

La adultez de la persona se culmina cuando no renuncia al uso legítimo de su libertad. Algunos medios emplean recursos muy sutiles para inocular mentiras con apariencia de verdad. Un lenguaje muy bien vertebrado y convincente, con tono seudo-ético, para que sea más fácil tragar la pastilla de la mentira. Utilizan palabras bellas, dichas en tono afable, pero tras ese envoltorio se oculta el veneno de la mentira endulzada.

Estamos ante una de las manipulaciones más atroces: utilizar técnicas de comunicación que producen una adhesión automática al contenido del mensaje. Los medios son expertos en manipulación del lenguaje. Si no se está atento y no se agudiza la capacidad receptora, fácilmente se cae. Esta técnica tiene tanto éxito que ha logrado que muchas personas, desprotegidas y con cierta dosis de ingenuidad y buenismo, crean su relato. Los creadores de fake news, enajenan a los receptores de la información. Sólo la capacidad de contrastar, pensar y ser crítico nos ayudará a descubrir el engaño que está anestesiando a tanta gente. Aprendamos a tener criterio propio, sin dejarnos influenciar por nada ni por nadie. La sociedad civil es responsable de cambiar la estructura política, mediática y social. Cuando la libertad, la unidad y la justicia se ven amenazadas, estamos poniendo en riesgo nuestros derechos fundamentales. Hoy, más que nunca, es necesario ser fieles a ese anhelo tan fundamental e inscrito en nuestro ADN: la búsqueda incesante de la verdad.