La verdad es un valor sagrado que recogen la filosofía y la
teología, el derecho y la ética. La verdad hoy es un concepto muy manipulado,
especialmente en el periodismo y en los medios de comunicación, cuando los
editoriales de la prensa están totalmente ideologizados.
Si en política podemos afirmar que el nivel de corrupción de
los partidos y de los gobernantes es muy alto, cuando los medios se convierten
en correa de transmisión de ideas al servicio de la casta política, también
podemos decir que el periodismo ha caído en una honda crisis. Además de ser
obedientes y esclavos del discurso y la narrativa hegemónica, se están saltando
algo nuclear de la esencia del periodismo: la defensa de la verdad.
Los medios se están convirtiendo en instrumento al servicio
de los partidos. Les interesa sobrevivir ante la competencia y la variada oferta,
y harán lo que sea para asegurar su economía. La ética y la verdad se han
alejado de los medios de comunicación. Vendidos al mejor postor, son
mercenarios de los ideólogos. Todo vale, poco les importa la verdad. Se deben a
sus amos. Si han de matar la dignidad y la identidad de una persona, lo harán
sin miramientos. El periodismo está en crisis porque se ha prostituido. Le
interesa crear noticias, incluso ficticias, manipulando los hechos y
desinformando. A veces se limitan a decir medias verdades, otras veces mienten
deliberadamente y crean montajes periodísticos que les aseguren su cuota de
seguidores y alimenten la voracidad de los colectivos que disfrutan removiendo
el estercolero social. No calibran el daño que pueden causar. Estamos
asistiendo a la muerte del periodismo, tanto de prensa como de radio y
televisión. Todo está permeado por las consignas
dadas por los altos poderes, eso sí, disfrazado de buenismo.
Falta ética en el periodismo
Si en medicina se hace el juramento hipocrático, también en
periodismo debería guardarse algún juramento sobre el ejercicio sagrado de
comunicar la verdad. Un código deontológico que establezca una línea roja para
no caer en la instrumentalización de tan digno oficio: ser transmisores de la
verdad, de los hechos ocurridos, desde la imparcialidad. Así como un médico no
puede ejercer la medicina si no se adhiere a los principios de su profesión,
que implican el cuidado absoluto y el respeto a su paciente, lo mismo con el
periodista: se debería pedir una total adhesión y amor a la verdad.
Se constata que hay un periodismo de la mentira, porque ya
poco importa la verdad. La realidad se tergiversa en función de unos intereses.
Constato una tendencia muy peligrosa en los medios: se están convirtiendo en
jueces de la sociedad, señalando y sentenciando a quienes no comulgan con su
ideología, etiquetándolos y condenándolos a la muerte civil. Hay noticias que
se utilizan como armas arrojadizas, auténticos misiles cargados de mentiras
para destruir a quien piensa diferente. Se debería establecer un marco ético y
profesional donde no se permita convertir la profesión en un periodismo de
trincheras, en un bandolerismo mediático.
El brillo de la verdad
La verdad molesta demasiado. Su brillo es claro y contundente,
pero se silencia porque se tiene miedo cuando da en la diana. Molesta tanta
luz. La verdad es realista, no se basa en lo ficticio o en lo inventado. Es
transparente, clara como agua cristalina. La verdad tiene que ver con la
belleza, con la bondad, con lo real. Huye de la mentira, no pueden convivir
juntas. Por eso intentan silenciarla, acallándola, frenándola o escondiéndola.
La verdad no interesa porque libera y es profundamente
inquietante, porque derrumba los castillos que levantan los arquitectos de la
mentira.
Los señores de la mentira tienen un ejército bien pagado
para que esta corra a la velocidad de la luz, permee la sociedad y la gente
crea en ella. Los amos de la mentira no duermen, poseen tecnologías muy
potentes a su servicio y dominan los grandes medios de comunicación para cubrir
todo el planeta. Quieren hacer millones de discípulos del engaño. Pero la
mentira es como un fuego devorador del alma, que no calienta y que acaba
calcinándolo todo. Quien cree en ella terminará viendo su existencia arrasada,
convertida en un muñeco sin vida, a merced de aquellos que le están
teledirigiendo. El «Gran Hermano» existe, y tiene armas de ingeniería social y
todo un lenguaje muy bien elaborado desde la neurología y la psicología. Desde
los medios tecnológicos pueden modelar a la persona hasta convertirla en una
marioneta manejada por hilos invisibles.
No contribuyamos más a esparcir la mentira. Nos roba la dignidad. El fuego de la mentira se apaga con el oxígeno de la verdad. Aunque no lo parezca, es más fuerte que un ejército de pirómanos mediáticos. Se trata de luchar por la verdad, para que nos lleve a la libertad. Es lo único que puede derribar los muros de la mentira.
¿No creéis que deberíamos hacer lo contrario del título de este escrito? Viralizar la verdad, rechazar la mentira.