sábado, mayo 01, 2021

Silencian la verdad y viralizan la mentira


Los medios han perdido el rumbo

La verdad es un valor sagrado que recogen la filosofía y la teología, el derecho y la ética. La verdad hoy es un concepto muy manipulado, especialmente en el periodismo y en los medios de comunicación, cuando los editoriales de la prensa están totalmente ideologizados.

Si en política podemos afirmar que el nivel de corrupción de los partidos y de los gobernantes es muy alto, cuando los medios se convierten en correa de transmisión de ideas al servicio de la casta política, también podemos decir que el periodismo ha caído en una honda crisis. Además de ser obedientes y esclavos del discurso y la narrativa hegemónica, se están saltando algo nuclear de la esencia del periodismo: la defensa de la verdad.

Los medios se están convirtiendo en instrumento al servicio de los partidos. Les interesa sobrevivir ante la competencia y la variada oferta, y harán lo que sea para asegurar su economía. La ética y la verdad se han alejado de los medios de comunicación. Vendidos al mejor postor, son mercenarios de los ideólogos. Todo vale, poco les importa la verdad. Se deben a sus amos. Si han de matar la dignidad y la identidad de una persona, lo harán sin miramientos. El periodismo está en crisis porque se ha prostituido. Le interesa crear noticias, incluso ficticias, manipulando los hechos y desinformando. A veces se limitan a decir medias verdades, otras veces mienten deliberadamente y crean montajes periodísticos que les aseguren su cuota de seguidores y alimenten la voracidad de los colectivos que disfrutan removiendo el estercolero social. No calibran el daño que pueden causar. Estamos asistiendo a la muerte del periodismo, tanto de prensa como de radio y televisión. Todo está permeado por las consignas dadas por los altos poderes, eso sí, disfrazado de buenismo.

Falta ética en el periodismo

Si en medicina se hace el juramento hipocrático, también en periodismo debería guardarse algún juramento sobre el ejercicio sagrado de comunicar la verdad. Un código deontológico que establezca una línea roja para no caer en la instrumentalización de tan digno oficio: ser transmisores de la verdad, de los hechos ocurridos, desde la imparcialidad. Así como un médico no puede ejercer la medicina si no se adhiere a los principios de su profesión, que implican el cuidado absoluto y el respeto a su paciente, lo mismo con el periodista: se debería pedir una total adhesión y amor a la verdad.

Se constata que hay un periodismo de la mentira, porque ya poco importa la verdad. La realidad se tergiversa en función de unos intereses. Constato una tendencia muy peligrosa en los medios: se están convirtiendo en jueces de la sociedad, señalando y sentenciando a quienes no comulgan con su ideología, etiquetándolos y condenándolos a la muerte civil. Hay noticias que se utilizan como armas arrojadizas, auténticos misiles cargados de mentiras para destruir a quien piensa diferente. Se debería establecer un marco ético y profesional donde no se permita convertir la profesión en un periodismo de trincheras, en un bandolerismo mediático.

El brillo de la verdad

La verdad molesta demasiado. Su brillo es claro y contundente, pero se silencia porque se tiene miedo cuando da en la diana. Molesta tanta luz. La verdad es realista, no se basa en lo ficticio o en lo inventado. Es transparente, clara como agua cristalina. La verdad tiene que ver con la belleza, con la bondad, con lo real. Huye de la mentira, no pueden convivir juntas. Por eso intentan silenciarla, acallándola, frenándola o escondiéndola.

La verdad no interesa porque libera y es profundamente inquietante, porque derrumba los castillos que levantan los arquitectos de la mentira.

Los señores de la mentira tienen un ejército bien pagado para que esta corra a la velocidad de la luz, permee la sociedad y la gente crea en ella. Los amos de la mentira no duermen, poseen tecnologías muy potentes a su servicio y dominan los grandes medios de comunicación para cubrir todo el planeta. Quieren hacer millones de discípulos del engaño. Pero la mentira es como un fuego devorador del alma, que no calienta y que acaba calcinándolo todo. Quien cree en ella terminará viendo su existencia arrasada, convertida en un muñeco sin vida, a merced de aquellos que le están teledirigiendo. El «Gran Hermano» existe, y tiene armas de ingeniería social y todo un lenguaje muy bien elaborado desde la neurología y la psicología. Desde los medios tecnológicos pueden modelar a la persona hasta convertirla en una marioneta manejada por hilos invisibles.

No contribuyamos más a esparcir la mentira. Nos roba la dignidad. El fuego de la mentira se apaga con el oxígeno de la verdad. Aunque no lo parezca, es más fuerte que un ejército de pirómanos mediáticos. Se trata de luchar por la verdad, para que nos lleve a la libertad. Es lo único que puede derribar los muros de la mentira. 

¿No creéis que deberíamos hacer lo contrario del título de este escrito? Viralizar la verdad, rechazar la mentira.