Otro ejército pacífico, formado por miles de buenas
personas, se ha organizado para llevar a cabo recogidas de alimentos,
medicamentos y ropa de abrigo. Desde la parroquia, la iniciativa ha partido de
la catequesis. Un grupo de madres ha querido solidarizarse con este gran dolor
generado por la guerra, que no sólo devasta casas y ciudades, sino que siega la
vida de muchos inocentes. Estas mujeres han querido poner su granito de arena y
durante cuatro días consecutivos, puntuales, creativas y diligentes, han estado
recogiendo material para Ucrania. Todo se ha embalado en cajas, en medio de un
ambiente cordial y solidario, y se ha llevado a una parroquia de Barcelona,
donde se irá transportando a Ucrania.
Esta es una cara de la solidaridad: nombres y rostros de
personas valientes y creativas, entregadas, que dan su tiempo para contribuir a
un hermoso proyecto de paz. Con esto, demuestran su valía y su sensibilidad.
La otra cara la he podido ver también durante estos días.
Algunas voluntarias me comentaban, con realismo y preocupación, que para la
población que tiene nuestro barrio, la respuesta
ha sido muy modesta. La mayoría de cajas recogidas han sido de todo tipo de
ropa, no sólo de abrigo, sino prendas con muy poca utilidad para ser enviadas a
los campamentos de un país con clima riguroso, en pleno invierno. Lo donado no
se ceñía a las necesidades, pese a haberlo indicado repetidamente. El coste
elevado del transporte ha obligado a priorizar los alimentos enlatados y el
material sanitario, descartando enviar otro tipo de donaciones. Y de esto no se
ha recogido tanto como hubiésemos deseado.
La impresión que han tenido algunas voluntarias es que
muchas personas han querido aprovechar la petición de ayuda para sacar ropa que
no querían y vaciar sus armarios antes de la primavera, librándose de aquellas
prendas que les molestan. Es triste que se utilice la solidaridad ante el dolor
de una guerra para desprenderse de aquello que ya no se usa. No todos los que
han colaborado se han comportado así, por supuesto, pero sí un gran número de
personas, y esta actitud ha causado tristeza al equipo organizador.
Pese a todo, sumando y restando, creo que ha valido la pena
organizar esta campaña, más allá del éxito en la recogida. Ha servido para
movilizar a un equipo valiosísimo de personas que han sido capaces de dar una
parte de su tiempo para esta digna labor.
Tenemos por delante un reto: ayudar, con delicadeza y
respeto, a que la gente entienda que la solidaridad tiene que ver con nuestros
valores, con nuestras referencias morales y nuestra misión en este mundo.
Colaborar no es sólo dar algo que te sobra, en un momento determinado. Ayudar
es estar en sintonía con las personas necesitadas, dándoles algo que les hace
falta y que, tal vez, a ti te puede costar. Ser solidario no es sólo responder
a una llamada de cooperación puntual, es un estilo de vida. Puede haber gente
de tu entorno: vecinos, amigos o familiares, que también necesiten de ti, aunque
no sean medicamentos, ropa o cosas visibles a los ojos de los demás. Que no quepa
ninguna duda: la exigencia ética de nuestra respuesta es tanto o más importante
que una llamada internacional a donar.
Hagamos descubrir al otro que solidarizarse forma parte de
nuestra naturaleza humana. No es moda ni sentimentalismo, es algo que se deriva
de un imperativo ético que nos es propio, y que debe impregnar nuestra cultura
y nuestros valores. Sólo así conseguiremos que este tsunami, además de ser
solidario, también sea efectivo y eficaz.
1 comentario:
Tenemos la fra0n suerte de que la parte positiva siempre sobresale pero la reflexión llega a nuestro interior y nos sirve para hacer un examen de conciencia.
Seguiremos rezando por todas las personas que están sufriendo.
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