viernes, abril 15, 2005

Divorcio entre los políticos y la sociedad civil

Estamos asistiendo a un descrédito cada vez mayor del mundo político. Ante sucesos como los recientemente ocurridos en el Carmel, de Barcelona, y el clima de enfrentamiento y disputas parlamentarias que vivimos últimamente, se constata un alarmante distanciamiento entre la esfera política y la realidad de los ciudadanos.
Cuando algunos políticos proclaman que se está fracturando una sociedad o un país, lo que en realidad evidencian es que se está fracturando la credibilidad política. Las ideologías no tendría por qué enfrentar tanto a los políticos. Si todos desean lo mejor para el país, deberían encontrar formas de trabajar juntos. En cambio, pierden el tiempo y distraen la atención pública con peleas estériles, ofreciendo un triste espectáculo mientras los ciudadanos sufren por problemas reales y serios que piden soluciones urgentes.
¿En qué mundo viven nuestros gobernantes? Cuando llegan al poder, éste, como una droga, los envuelve en una niebla que les hace perder la perspectiva de la realidad. Se enfrascan en discusiones sobre temas superficiales, aparcando las cuestiones que realmente preocupan a los ciudadanos que les han votado y que están pagando sus generosas nóminas. No debería permitirse una frivolidad tan grande en la vida política. El lenguaje político habla de servicio, de hacer otro mundo posible, de solidaridad, de paz... Cuando el político no actúa según sus palabras, está prostituyendo este discurso social y destruyendo la confianza de las personas.
La creciente desconfianza y desilusión hacia los políticos debe preocuparnos. Después de unas elecciones en un país donde apenas vota la mitad del electorado, todos los partidos han fracasado estrepitosamente y deberían meditar a fondo. Cuando los políticos no logran entusiasmar a los votantes y se dan abstenciones tan significativas, estamos asistiendo a una crisis de la democracia. Los muchos ciudadanos que no votan, no sólo no son representados por los gobernantes, sino que corren el riesgo de no ver defendidos sus intereses y necesidades ante la administración. Corremos el riesgo de una fractura social importante. Una gran parte de la sociedad queda al margen y no participa de la vida pública. ¿Tendrán en cuenta los gobernantes del partido vencedor a esa gran mayoría que no se siente identificada con ellos? ¿Contemplarán sus intereses? ¿Valorarán sus derechos, sus libertades y sus opiniones?
La sociedad es más madura y consciente de lo que los políticos creen. Los ciudadanos tenemos información, cultura y criterio para cuestionar muchas cosas. El profesional de la política debería contemplar su cargo como una auténtica misión y vocación humanitaria. Debería trabajar con la gente, mezclarse con los ciudadanos, bajar a las arenas de la cotidianidad. Ante todo, debería respetar los valores de una ética universal que ponga a la persona y su dignidad por encima de todo, incluso de sus ideologías y creencias.
Los ciudadanos también tenemos una responsabilidad. Nuestro deber es hablar. Pidamos lo que es de justicia. La democracia se fortalecerá con muchos ciudadanos valientes que se atrevan a pedir a los políticos responsabilidad y respuestas ante quienes han confiado en ellos.

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