domingo, abril 24, 2005

Calidad y ética en la política

Con la caída del muro de Berlín queda patente que las ideologías de los siglos anteriores ya no tienen el sentido que tuvieron en su origen. Hoy, un buen político es un buen gestor que sabe trabajar con eficacia por el bienestar real de los ciudadanos. Cuando los políticos de más éxito son los mejores vendedores de su imagen, la democracia está en peligro. Hoy vemos que, muchas veces, obtienen más votos los partidos que saben vender mejor a sus candidatos. Es como el mundo de la publicidad. El partido que tiene más fondos y mecenas y que sabe llevar la mejor campaña, con los candidatos que tienen una imagen más atractiva, ése partido vence. Y esto no significa necesariamente que sean los mejores gestores de la administración pública. Ya Platón decía que el gran riesgo de la democracia –el poder del pueblo- es que acabe siendo una demagogia –la manipulación del pueblo.

Un aspecto que la administración exigirá en breve a las asociaciones y entidades no lucrativas es la certificación en calidad. Es muy positivo, pues este certificado ayudará a trabajar con mayor profesionalidad a muchas organizaciones. Con la salvedad que supone unos medios económicos muy elevados que la mayoría de entidades no poseen o destinan directamente a sus proyectos y beneficiarios directos. ¿Sólo las grandes y potentes ONG podrán certificarse? ¿Sólo ellas podrán recibir ayudas porque han pasado el examen de calidad? ¿Ayudarán los gobiernos financiando esta certificación a las pequeñas entidades?

¿Por qué la administración no da ejemplo la primera y se plantea la certificación de calidad de ayuntamientos, ministerios y otros órganos de gobierno? Su función es trascendental: si han de servir al ciudadano, deberían cumplir los parámetros de calidad. Sólo entonces, con total justicia, podrán exigírsela a las pequeñas organizaciones, ayudándolas con medios y recursos. No estamos negando la necesidad y la bondad de una certificación de calidad y de una coordinación en redes de las ONG. Estamos hablando de coherencia política. Hablamos de seriedad en la administración. Exigen lo que ellos no practican. ¿O acaso deberíamos citar aquella frase evangélica de “haced lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen”?

El mundo asociativo aún ha ido más lejos que la administración en otro aspecto crucial: la ética. ¿Alguna administración se ha planteado certificarse en ética? Ya existe una norma ética en nuestro país, que algunas empresas y ONG han aprobado. ¿Qué dice la administración a esto? Calla. ¿Por qué? ¿No le interesa?
La ética debe ser el norte de cualquier iniciativa: política, económica, social. El único fin de la ética es el bien de la persona humana, por encima de ideas, creencias y culturas. El tercer sector lo ha entendido y lo está haciendo. Los políticos, como mínimo, deberían apoyar estas iniciativas, antes que ponerles barreras.

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