domingo, julio 15, 2018

Fiscalidad o expolio - II


Criterios para recaudar e invertir


¿Por qué la clase política es incapaz de gestionar correctamente los bienes públicos? ¿Por qué es tan carente de ética y principios?

A mi ver, hay un posicionamiento poco claro ante el dinero y los recursos. Todos sabemos que el estado necesita fondos para hacer frente a sus necesidades, como cualquier empresa o familia. Hasta aquí, correcto. Necesita unos ingresos, pero también debe controlar sus gastos. El gobierno ha de recordar que el dinero recaudado no es suyo, sino de los ciudadanos. No puede hacer lo que quiera con ese dinero que es de todos. Por eso es tan importante aplicar criterios realistas para asegurar que la caja común se llene, tanto como decidir las partidas y las cantidades del gasto público.

¿Qué criterios se están siguiendo a la hora de recaudar? ¿Por qué principios se rige nuestra fiscalidad? Lo que no puede ser es que en España la fiscalidad sea de un 65 % y que nuestro país tenga una deuda pública de más de dos billones de euros.

¿Qué ocurre? ¿Cómo se están gestionando nuestros recursos? ¿Se está gastando más de lo que entra? ¿En qué? Nos pasamos más de medio año trabajando para el estado… y la deuda es enorme. En los últimos trimestres, alcanza casi la totalidad del PIB. Ya no sólo estamos pagando los gastos públicos ―sanidad, educación, y tantos otros― sino los intereses de esta deuda. ¿A quién se lo pagamos? ¿De qué manera?

Un déficit tan enorme es la excusa perfecta para que el gobierno “ahorre” en gastos sociales. Y así es como falta dinero para ayudar a los indigentes y a las familias en el umbral de la pobreza, cuando unas simples y sensatas medidas de ahorro podrían generar suficiente dinero para cubrir muchas de estas necesidades. Según un estudio reciente, una mejor gestión de los gastos ordinarios de la Generalitat de Catalunya generaría, en pocos meses, la cantidad suficiente como para dar vivienda y albergue a todos los sin-techo de Barcelona.

¿No creen los políticos que esto es importante? ¿En qué se está gastando el dinero público? Es cierto que hay partidas innegociables, como sanidad y educación. Pero los ciudadanos también somos conscientes de que se da un gran despilfarro, a veces evidente, en otras partidas, desde obras públicas mal planteadas o innecesarias, hasta eventos propagandísticos o gastos de imagen. El caso puede ser aún más grave. ¿Y si la fuga está en el uso arbitrario del dinero público y en la compra de influencias? En este caso, se está produciendo un robo a los ciudadanos, muchos de los cuales se esfuerzan por pagar sus impuestos.

Expolio fiscal


Volvamos a la recaudación. Los pequeños empresarios, los autónomos y las familias de clase media sufren una terrible presión fiscal. La agencia tributaria carga sin piedad contra los que no pueden pagar puntualmente sus impuestos. En algunos casos, la presión llega hasta el 80 %. Familias con sueldos bajos y con hijos que mantener apenas pueden llegar a final de mes. El mismo sistema está aplastando a las clases medias y echando fuera de sus límites a muchas personas y familias. Cuando contraen deudas con Hacienda, los recargos pueden aumentar hasta un 20 %. Muchos se desesperan porque, además de la carencia económica, añaden a sus preocupaciones la presión fiscal. Son los trabajadores empobrecidos, que en los últimos años han duplicado su número. En cambio, la ley permite que grandes empresas puedan estar exentas o pagar porcentajes más bajos de impuestos, bajo el pretexto de que generan empleo e invierten en proyectos que benefician a todos.

¿Y los políticos que roban? Ya no sólo no devuelven a los ciudadanos lo robado, sino que se van “de rositas”. Pasan un corto tiempo en la cárcel, salen con cualquier excusa legal y ya está.

El titular de Hacienda debería escuchar a los técnicos que trabajan sin intereses partidistas para aplicar unas reformas y medidas que sean justas, tanto para el estado como para el ciudadano. Se debe recaudar lo necesario, sin aplastar la economía de los hogares, y más aún de los que apenas llegan a final de mes. Existen estudios y recomendaciones independientes que muestran que la fiscalidad se podría aplicar con mayor equidad y sentido ético, aumentando la recaudación y reduciendo la presión sobre los grupos más pobres.

Algunas propuestas


¿Cuál sería mi criterio? A la hora de aplicar la fiscalidad, tener en cuenta estos factores:
-     El trabajo que realiza cada persona.
-     Su sueldo.
-     Sus hijos y familiares al cargo.
-     Gastos mensuales ordinarios.
-     Otras necesidades: ahorro para emergencias, viajes, formación, salud, imprevistos graves.

Por ejemplo, actualmente el límite para hacer la declaración de la renta es de unos 22 000 euros al año. Con esta cantidad, una familia de uno o dos hijos apenas tiene para sus gastos ordinarios. Si la renta per cápita anual en España es de 25 000 euros, todos aquellos que no lleguen a esta suma y que tengan familia a su cargo no deberían declarar rentas. Esto sería lo justo y lo ecuánime. En cambio, las personas cuyos ingresos sean superiores y, por sus gastos y necesidades, tengan beneficios mucho mayores, estas sí deberían pagar, siempre y sin excepción, en proporción a sus ganancias.

Además, sería importante contar con un fondo de emergencia y ayuda a quienes están en riesgo de pobreza. No sólo se trata de frenar la exclusión, sino de favorecer una calidad de vida digna para todos. A los que tienen poco o casi nada no se les puede apretar, necesitan ayuda. Si esto no se arregla, la sociedad se verá cada vez más debilitada, será menos productiva, menos creativa y también menos participativa. Será una sociedad enferma e impotente, donde aniden otros problemas mayores y más preocupantes que el paro y la pobreza. Cuando la sociedad pierde la esperanza, se convierte en un campo abonado para la violencia y toda clase de tiranías.

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